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El eco del desprecio



Pedro Sánchez lleva camino de obtener la condición del político más despreciado por los ciudadanos residentes en España. Prácticamente no puede salir a la calle sin que le abucheen de forma reiterada y manifiesten su desprecio llamándole mentiroso o insultándole con otras expresiones ofensivas. 

 

Este fenómeno sociológico y político ha ido a más hasta el extremo de que la policía que le escolta evita que camine por la calle más allá de unos pocos metros.

 

No resulta creíble que haya un grupo de folloneros organizados persiguiéndole por doquier, porque sus desplazamientos no son conocidos previamente por la ciudadanía, pero la realidad es que no puede caminar sin escuchar los insultos que le dirigen de forma continuada, incluso cuando asiste a actos oficiales como el Día de las Fuerzas Armadas donde año tras año, es el único político contra el que se desahogan. .

Pedro Sánchez vive en dos escenarios contradictorios y pasa de un ambiente seguro en el que todos sus ministros, ministras y colaboradores le aman sin límite, a otro en el que gente desconocida le  envía recuerdos a su familia y no le resultan indiferentes esas manifestaciones de fobia.

 


Por esa razón – además de otros argumentos subjetivos que tal vez el Presidente comenta con su psicólogo de cabecera – Sánchez odia a quienes le odian y se conforma con los que le temen.

Este fenómeno, más sociológico y psicológico que político, lo interpreta a la perfección y considera menos peligrosos a los que le insultan por la calle que a sus propios colaboradores, que viven en una tensión permanente por miedo a un desacierto que les lleve al paro.

Tiene una gran seguridad en sí mismo pero exhala un cierto tufo de desprecio sobre los minusvalorados ministros a los que considera clones manipulables.

 

No quiere revivir situaciones incómodas, como el gesto de desprecio con el que le saludó sin mirarlo el futbolista del Real Madrid, Daniel Carvajal en el Palacio de la Moncloa.

El CIS nunca hace encuestas con preguntas incómodas para el gobierno pero sería interesante conocer el grado de aceptación o rechazo de los ciudadanos hacia los líderes políticos, incluido el inquilino de la Moncloa.


Diego Armario.

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